¿CÓMO AMARSE A UNO MISMO SIN DAÑAR A OTROS?

martes, abril 25, 2017, by Sula


Practicar un egoísmo sano supone cuidarse a sí mismo para cuidar a otros, ser libre para poder dar libertad, amarse para poder amar. La palabra “egoísmo” está asociada con una mala valoración y no es para menos, ya que su significado es “el exceso de yo”, es decir, “un exceso de atención en uno mismo acompañado por la pérdida de cuidado por el bien del otro”.  Todos los seres humanos somos egoístas de nacimiento, está en nuestro instinto de supervivencia. Es de esperar que, a medida que crecemos, maduramos y nos socializamos, el egoísmo se vaya reprimiendo y aflore la empatía, la solidaridad hacia el otro.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” dice le mandato divino. Sin embargo, hay muchas personas que son educadas en la cultura de la culpa, y terminan complaciendo o ayudando a otros, incluso, a costa de postergar sus deseos y necesidades, sólo porque de otro modo se sentirían culplables.
Entonces, ¿cómo podremos lograr que nuestro egoísmo se exprese en bien nuestro y en bien de todos nuestros hermanos….? Para responderle, necesitamos comprender la diferencia entre el egoísmo postivo y el egoísmo negativo.
HAY QUE CUIDARSE MÁS
Aunque pueda sonar contradictorio, algunos psicólogos hablan actualmente de un “Egoísmo Sano”; es más, éste es el título de un hermoso libro cuyos autores son los doctores Rachael y Richard Heller. Allí se explica que dejar de obrar por y para los demás, olvidarse de complacer a los padres, a la pareja o a los hijos y dejar de sentir culpa por negarse a prestar ayuda cuando no se puede o simplemente no se quiere, es la “llave que abre la puerta a la libertad”.
¿Qué nos están proponiendo estos especialistas?¿Un mundo de individuos desconsiderados, perversos o indiferentes al dolor? No. El egoísmo sano enseña que debemos respetar y cuidar nuestra vida para poder ayudar a los demás de manera auténtica y feliz.
Las personas que nunca se niegan a los requerimientos de los demás por miedo a que estos las dejen de lado, las consideren egoístas o causen daño con una negativa, o que para evitar conflictos acceden a todo lo que el resto les solicite, terminan anulándose a ellas mismas. Estas personas se valoran poco y nada, desconocen sus propias necesideades y deseos, tienen alteradas las prioridades, y terminan siendo pisoteadas por los demás, se deprimen y frustan a la larga.
Vemos entonces, que, así como hay un egoísmo negativo, también hay una generosidad tóxica o negativa, como la de estas personas.
ETAPAS DELA VIDA
Así planteado el tema, podríamos tener dudas sobre “qué es y que no es ser egoísta”.
El ser humano tiene en su esencia el egoísmo y también el altruismo. “Altruismo” es la búsqueda del bien del otro aun a costa del propio. Al nacer, lo primero que manifestamos es el egoísmo por una cuestión de supervivencia.
El “egoísmo infantil o primario” se manifiesta en el niño exigiendo que se le atienda a él para satisfacer sus necesidades, deseos o caprichos que pueden ser: alimentos, juguetes, limpieza, protección, cariño… Si no es atendido en forma inmediata, va a expresar su frustración egoísta con llantos y pataleos.
El adolescente, por su parte, se da cuenta que el método infantil ya no resulta y, por lo tanto, y descubre el beneficio del trueque: “Te doy esto si tú me das aquello”. “Te doy mi amistad si tú me apoyas”…. Al aceptar este intercambio, ambas partes se sienten satisfechas.
Ya en la madurez, es de esperar un “egoísmo altruista”, es decir, al adulto le reconforta hacer el bien, el ser generoso, el ayudar a quien le necesita. Es en el aprecio que le dan que encuentra la mejor satisfacción.
EGOÍSMO TÓXICO
Sin embargo, no siempre el ser humano madura psicológicamente ni evoluciona espiritualmente como es de esperar. También, hay personas con graves distorsiones de su crecimiento que se expresan en cuatro actitudes profundamente negativas.
Actitudes negativas
1.- El egoísmo avaro que no quiere compartir nada con los demás y bloquea el paso hacia cualquier forma de colaboración.
2.- El egoísmo posesivo o ladrón que anula o restringe el crecimiento normal de otras personas.
3.- El egoísmo perezoso que se expresa en una permanente apatía, encerrándose sobre sí mismo. Generalmente, va acompañado de muy baja autoestima.
4.- El egoísmo manipulador que se disfraza de una fingida generosidad, pero sólo busca el propio provecho; éste es el peor.
Estas cuatro distorsiones no nos llevan a ningún crecimiento personal, sino que lo bloquean totalmente. Si nuestro “yo egoísta” no cae en ninguna de estas cuatro actitudes negativas, entonces nuestro “egoísmo” no es tóxico, no es pecado.

Muchas veces, hemos escuchado: “No seas egoísta. Eso es un pecado”. Ahora sabemos que el egoísmo es pecado solo cuando nos encerramos en nosotros mimos y no estamos abiertos al amor y al perdón hacia el prójimo. Debemos esforzarnos siempre por llegar a ese “egoísmo altruista” que nos exige amar al prójimo como a nosotros mismos. Pero, para llegar a él, debemos antes ejercitar ese egoísmo positivo o sano que no hace amarnos y respetarnos.

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