Tres cazadores se adentraron en un barranco cercano al pueblo de La Yesa una mañana de agosto de 1968. Uno de ellos, Mateo, buscó unos arbustos para orinar y se topó con una figura vestida de forma extraña: un traje blanco cubría su cuerpo y llevaba una mochila plateada colgada a la espalda. Parecía demasiado grande y más extraña aún era la protuberancia que asomaba por su espalda, a modo de larga cola, que se balanceaba como el rabo de un lagarto. La cabeza también era reptiliana, cubierta de escamas y con ojos grandes y brillantes. De su boca surgía una lengua de...
- jueves, junio 28, 2018
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