Cuenta una
antigua leyenda oriental que todos nosotros estamos unidos por un hilo rojo al
amor de nuestra vida. Da igual que se enrede, que se estire o que dé veinte mil
vueltas al planeta.
Dos personas
enlazadas siempre terminarán por encontrarse, aunque esto tenga que ocurrir en
el fin del mundo.
Este hilo
rojo tiene un dueño llamado Destino, por lo que nunca, pase lo que pase, podrá
romperse.
No importa
lo que se tarde en conocer a esa persona, ni el tiempo que pasemos sin verla.
Tampoco si esta vive en la otra punta del planeta, pues nuestro hilo se
estirará de tal forma que nuestros corazones siempre se alcancen.
Este hilo
nos acompaña desde el nacimiento, y a través de él nuestra vida gira y gira.
Se
dice que el Abuelo de la Luna salía cada noche a conocer a los recién nacidos
para unir sus almas a través de un hijo rojo anudado en su dedo.
Este
decidiría su futuro y guiaría el tránsito de sus almas para que nunca pudieran
perderse por los rincones del mundo.