Desde la antigüedad muchos arboles eran considerados como seres mágicos, por lo que de ninguna manera se les podría dañar, se dice que cada árbol tiene sus propias cualidades que les diferencia y les hace especial frente a los demás.
Los druidas y sacerdotisas de esa época, se les podía ver a menudo en los bosques escuchando atentamente el sonido de las hojas durante horas, porque se decía que a si podían captar e interpretar mensajes adivinatorios. En algunos momentos se quemaban las hojas secas siempre que estuviesen caídas en el suelo ya que arrancarlas del árbol eran un acto de deshonor, el acto de quemar las hojas caídas del árbol era para purificar la atmosfera y liberar cualquier mal que le aquejara al árbol.
Existe un ritual muy antiguo que a día de hoy se sigue practicando en el que aseguran qué tras varios rituales específicos, realizados a partir de la media noche con luna llena, al 3 día a los arboles se les podía escuchar hablando, las personas que practican este ritual afirman sentirse recargados de energía finalizando el ritual con un agradecimiento en forma de moneda que será enterrado a los pies del árbol.