La alquimia y la piedra filosofal

sábado, octubre 20, 2018, by Sula



La piedra filosofal

Conocida como el Arte Hermético o Ars Magna, el objetivo de la alquimia ha sido la transmutación del plomo y otros metales en oro con ayuda de un ‘polvo’ llamado ‘piedra filosofal’. Pero, ¿ha sido posible alguna vez tal operación? Si damos crédito a las leyendas, esta crisopeya parece real. Pero la mayoría de estudiosos coinciden en afirmar que el oro alquímico es sólo una fábula y el ‘Gran Arte’ una doctrina mística. ¿Su meta?: la palingenesia o regeneración espiritual.

La historia remonta el nacimiento de la alquimia al primer milenio antes de nuestra era, cuando surgió a la vez en India, China y Egipto. Su creación se atribuye a Hermes Trismegisto, un maestro espiritual cuya existencia no se ha comprobado. 

Según otra tradición, no menos fantástica, fue revelada por los elohims, ángeles caídos que engendraron una raza de titanes a los que comunicaron su saber. Su credo es la tabla esmeraldina, unas líneas atribuidas a Hermes, pero citadas por primera vez por el alquimista y matemático árabe Dyabir Ibn Hayyan, a quien se debe la palabra álgebra o el hallazgo de los ácidos nítrico y sulfúrico.

Lloviendo piedras

El alquimista cree que los cuerpos están formados por proporciones diferentes de los mismos elementos. Por tanto, para ellos, es suficiente modificar estas proporciones por medio de un agente como la piedra Filosofal para transformar unos en otros eliminando de ellos lo superfluo y destilando su quintaesencia, lo más puro de cualquier sustancia. 

Pero la ‘piedra filosofal’ definida como panacea capaz de convertir los metales en oro, curar enfermedades u otorgar la inmortalidad, y el concepto de ‘piedra filosofal’ como el de un polvo obtenido tras operaciones de laboratorio no surgió hasta el siglo XII. Y para muchos esta aparición se debe a un error de interpretación de ciertas alegorías de Geber. 

Por otra parte, por más que estos tratados aseguran describir cómo fabricar la dichosa piedra, las instrucciones están escritas en un jeroglífico tan arduo que ni siquiera el más avezado agente secreto lograría descifrar. 

Para empezar siquiera a trabajar en el laboratorio, sería necesario, por ejemplo, averiguar a qué se refieren los alquimistas al hablar de materia prima, régimen, fuego que no quema, horno de la naturaleza o fases de la obra. 

Ahora bien, según ellos, esta elucidación sólo es concedida al aspirante por iluminación divina.

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