Hace algunas décadas un Rey quería poseer una frase que le sirviese para todas las ocasiones
Hizo llamar a los más eruditos de todo su reino para que le mencionaran la mejor frase que le valiese tanto en el éxito como en el fracaso, en la alegria como en la tristeza pero que solo contuviese dos palabras. Obsequiaría al que acertara con su peso en oro y al que no lo degollaría.
Un erudito de su feudo se aventuró a entregarle la frase en el interior de un anillo, con la condición que solo lo abriría en caso de extremo peligro.
Un mal día su feudo fue asaltado por los oponentes moradores, con tanta ira que se vio forzado a marcharse de su baluarte hacia campo abierto.
Marchó con un pequeño grupo soldados. Al darse cuenta los oponentes de que el rey marchaba lo persiguieron hasta que quedó a la orilla de un barranco y frente a él los oponentes.
Al verse inmerso en el peligro abrió el anillo y contenía un mensaje que decía: “Todo pasa”.
Cuando el enemigo iba a atacar, llegaron refuerzos que los obligaron a entrar en batalla, con suerte para el rey, ya que sus ejércitos lograron vencer.
Desde aquel momento el rey comprendió que todo pasa. Todo en un momento es parte del pasado y cuando nos acordamos los peligros desaparecen.
Volvió a su fortaleza y palacio y cumplió con la promesa premiando al erudito.
Así es, todo pasa, si recordamos todos los tuvimos en la vida, todos pasaron, ya son parte del pasado. No tenemos que preocuparnos ni angustiarnos, todo en la vida fluye y, en el modo en que nos dejemos llevar por ella, seremos felices.